4.3. Las interfaces cerebro-ordenador
Las interfaces cerebro-computadora se basan en la interacción entre un cerebro y un dispositivo que permite que las señales del cerebro dirijan alguna actividad externa, como el control de un cursor o una prótesis. La interfaz permite controlar una vía de comunicación directa entre el cerebro y el objeto. Otras interfaces basadas en fisiología (por ejemplo, sistemas de seguimiento ocular) también tienen aplicaciones muy similares. Por ejemplo, un usuario con movilidad gravemente reducida o parálisis total de los miembros superiores podría utilizar una interfaz basada en movimientos oculares para el control de un cursor en una pantalla o incluso para activar en secuencia las teclas de un teclado o los movimientos de una silla de ruedas.

Fuente: a) https://www.ergoneers.com/en/en/hardware/eye-tracking/head-mounted/, b) http://www.dicyt.com/viewItem.php?itemId=47035.
A medida que la neurociencia y nuestros conocimientos sobre el control motor avanzan, el potencial de este tipo de aplicaciones se multiplica. Existen interfaces que decodifican las señales de una electroencefalografía para facilitar la comunicación entre el usuario y su entorno. Otras aplicaciones emplean electrodos intracraneales en personas con parálisis en las extremidades superiores para otorgarles control (ved vídeo) y sensibilidad (ver vídeo) sobre un brazo robótico. Usando sensores de neurofisiología similares, las interfaces de neurofeedback permiten trasladar estos sistemas a aplicaciones terapéuticas. Estas aplicaciones proporcionan feedback inmediato sobre la actividad cerebral del usuario, emitiendo señales de sonido o visuales que refuerzan estas señales cerebrales. Exponiéndose repetidas veces a estos estímulos, los usuarios aprenden a regular voluntariamente su función cerebral y a aliviar los síntomas de diversos trastornos neurológicos y de salud mental.
Aunque estos ejemplos de interfaces todavía se encuentran en estados iniciales de desarrollo, cabe destacar que existen otras BCI que están más extendidas y aceptadas en nuestra sociedad, como por ejemplo los implantes cocleares. Estos dispositivos neuroprostéticos se implantan quirúrgicamente en el sistema auditivo del paciente con pérdidas auditivas, evitando el proceso auditivo acústico normal y reemplazándolo con señales eléctricas que estimulan directamente el nervio auditivo. Después de un tiempo de exposición a este estímulo, el cerebro aprende a interpretar esas señales como sonido y habla. Se prevé que este tipo de interfaces, basadas en fisiología y neurofisiología, seguirán extendiéndose a lo largo de las próximas décadas, especialmente en el campo de la medicina preventiva y la salud general.