1.2. La importancia de un buen diseño
El diseño de interfaces persigue un objetivo fundamental: facilitar a las personas el acceso a las tecnologías digitales para que así puedan aprovechar su potencial de forma óptima y sostenible.
Es por esta razón que crear un buen diseño de interfaz exige conocer cuáles son las capacidades y necesidades humanas; debe basarse en los principios de los factores humanos. En este sentido, los avances en el campo de la psicología de la percepción visual dictan la evolución del diseño centrado en las personas (DCP) con el fin de lograr la mejor manera de proyectar y componer interfaces gráficas usables y estéticas. El diseñador no ocupa su lugar para producir algo estético o algo que quiera usar por sus propios intereses; se encarga de guiar al usuario a través de la experiencia de uso desde el primer momento en que la persona percibe el dispositivo o el programa en cuestión. Desde este primer instante, el usuario quiere saber qué puede hacer y qué está haciendo con el producto. Cuando un diseño no es capaz de resolver estas dos cuestiones aparecen el mal uso, los malentendidos y los errores. En este escenario, ¿quién asume la culpa? Por defecto lo tiende a hacer el usuario, derivando en un sentimiento de frustración y rechazo. Sin embargo, realmente la culpa del mal uso no suele ser del usuario, sino del diseñador, y suele deberse a que el diseño no ha conseguido:
- Comunicar al usuario qué puede hacer con el producto y cómo sacar partido de sus características.
- Crear un flujo de interacciones que minimice la posibilidad de experimentar errores.
- Guiar al usuario evitando que se desvíe de su objetivo.